Entre 7 y 10
Hurgando entre paredes y ayeres sin marcar, tropecé con nuestro intento de fugacidad, minado por ganas de nada y te de hojas de afeitar. Así recordé que repetías hasta el estupor (muy brillante o muy estúpido de tu parte), que cargar con el alma húmeda es condena que cada quien decide arrastrar, que solo arruga la fe y la sonrisa es un lujo que se debe olvidar.
Todavía no enciendo el televisor que acalla mis silencios, mientras finjo que la compañía y el tiempo pueden esperar, que la ausencia de todo es nada en cada instante olvidado, aunque cada grieta reviente vértigo, sin el peso de las memorias al caminar.
No todos los días giran en technicolor, al menos me salvan algunos, esperando borrarse como tantos rastros y palabras perdiendo su verdad. Quizá no seamos parte de la misma oración y solo vayamos mirándonos mientras caemos despacio, saboreando esto que nos va tocando del mundo entre paginas de sal.
Como sentenciaste en tu interminable agonía, si puedo me abstengo de respirar y desangro queriendo atardecer, no se si por seguir tu decadente costumbre o por mi olvido infantil. Todo sigue, aunque nada quede de quien sórdidamente pudo escapar, no soy yo mismo aunque conserve mi olor.
Quizá no salga al mundo, temiendo abandonar el ritual y todo sea una pirueta para no despertar, mas lejos de lo que pensé y no tan cerca de quien traicione, al no dejarme arrastrar por la ambigüedad. Queda en prenda el ahora y tu realidad, desde la dulce decepción de obtener lo que no place encontrar.
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